Dónde
Por: Diana Leticia Nápoles Alvarado.
Recuerdo su mueca en las fotografías, la manera de acomodar los labios que nunca pude descifrar.
Algunos de sus gestos, uno en específico que me parecía adorable. Su espontaneidad fue una de las cosas que más me gustó desde el inicio. No tiene tapujos para decir lo que desea, ni es complaciente con otros con tal de ganárselos. Sabe que no con todos y está conforme.
Su orden: una de las características que más hondamente aprecié. Es difícil hallar mentes ordenadas, casi todos van tan dispersos siempre que esta cualidad saltó inmediatamente a mi vista.
Había algo siniestro e infantil en sus impulsos, una especie de ocaso mezclado con seriedad, un derrumbe de árboles que arden mientras te acercas, una loción suave que impregna la ropa durante varios días.
Y el rumor en su mirada que era una fiesta callejera pero no, algo como un circo a punto de iniciar su espectáculo: prometedor. A veces verlo era como abrir una caja llena de chucherías que atesoras. Otras, el deseo de no haber propiciado otro encuentro.
Hay tiempo para todo. Ese tesón que lo envuelve seguirá insidioso. Tiene el aroma de una historia a medio contar que no termina de asentarse. Una que arrebata la página. ¿Pero dónde acaba?
Twitter: @diananapoles
*Texto escrito el 13 de noviembre de 2019.