Mi primer maratón

Diana Nápoles
12 min readMar 5, 2019

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Por: Diana Leticia Nápoles

Cuenta regresiva, no hay espacio entre un corredor y otro, apenas un paso y sus piernas se tocarían. Diez, nueve, ocho…, el aire es cálido, aún no llega la primavera y en La Laguna el clima ya parece el verano perpetuo que siempre la ha caracterizado. Siete, seis, cinco…, los corazones laten un poco más fuerte. Cuatro, tres, dos…, todos preparan sus relojes y aplicaciones para iniciar. ¡Uno! El banderazo de salida.

Son las 6:45 a.m. Salimos con un trote suave, pausado, como si estuviéramos relajados en la playa, todos sonreímos, incluso cedemos el paso si alguien se apresura a avanzar con velocidad. Es el kilómetro uno, sabemos que nos espera un largo camino, estamos dispuestos a vivir una gran experiencia. Hay algunos fotógrafos que capturan nuestros rostros lozanos y llenos de energía, con ilusión.

Conforme corremos, los músculos empiezan a calentarse, vamos sintiendo cómo las venas irrigan nuestros pies y brazos, poco a poco empezamos a hacernos conscientes de que la competencia ya está pintando sus primeros trazos. La mañana aún sigue sintiéndose un poco fresca, mi frente comienza a sentir las primeras gotas de sudor, pronto llegamos al primer abastecimiento de agua, aún nadie tiene sed, pero la mayoría toma una bolsita para guardarla o humedecerse la boca. “No empiecen a tomar agua hasta después del kilómetro 8 o 10, den tragos pequeños”, nos dijo el coach, entonces la reservo para mojarme la boca un poco más adelante.

Gómez Palacio recibe los primeros kilómetros de los maratonistas, de miles de personas que hoy vienen a cumplir un reto personal, un sueño, miles quizá por primera vez, otros tantos por segunda, tercera o muchas más. Yo estoy aquí por primera ocasión entre ellos, me siento un poco ajena a esa muchedumbre, como jugando un papel que no sabía que algún día me correspondería interpretar, ¿cómo comenzó esta historia?

Tengo varios amigos que han corrido maratones, algunas veces los acompañaba en sus entrenamientos con tal de tener una excusa para ir al río, recuerdo. El año anterior hice el recorrido en bicicleta gritando porras y alentando a todos los que pude. Verlos tan cerca me hizo sentir deseos de intentarlo alguna vez, pero no pensé que sería este año.

Hoy estoy aquí, cruzando las tres ciudades que conforman nuestra hermosa Comarca Lagunera. Antes de llegar al bulevar Miguel Alemán veo a mi papá en un camellón, sonriéndome. Correspondo a su sonrisa con la mía y lo saludo de lejos, trato de mejorar mi postura sin detenerme para la foto que me toma.

Primera fotografía del maratón tomada por mi papá en el bulevar J. Agustín Castro (kilómetro 6)

Acabamos de pasar el kilómetro seis, veo mi celular de vez en cuando para monitorear mi ritmo, es difícil no acelerar porque uno tiene tanta energía y adrenalina en esos momentos que quiere comerse el mundo, además siento que el grupo me lleva con él a su propio ritmo, pero tengo que conservar el mío o me voy a tronar. Entonces, calma, mi vida con calma (remix), trato de abrir más la zancada y hacerla suave, que apenas se sienta, debo conservar ese ritmo.

Cerca del parque Morelos un señor le pega a su tanque de gas para alentarnos, a su lado hay varios disfrazados de tanques y nos regalan botellas de agua que simulan ser tanques también. Me rio del ingenio que tenemos en México. ¿Tanques de gas alentando maratonistas? Somos únicos.

Llegamos a Lerdo, las porras están a todo lo que da, hay gente con cacerolas y cucharones haciendo escándalo, en un escenario algunas muchachas bailan bachata, rostros que te sonríen por todos lados, yo me rio con ellos, quiero corresponder a su amabilidad, al valor que tiene para todos nosotros que hayan madrugado este domingo para salir a vernos, para gritarnos alguna frase que motive, es que la gente de La Laguna es otro rollo, ustedes saben.

Hay personas de todas las edades, algunos están afuera de sus casas, otros en la plaza, pero todos tienen en común el buen talante, los aplausos, ese ánimo que te transmite fuerza, apenas estamos en el kilómetro diez y el sol aún no nos alcanza. Es casi la cuarta parte del recorrido. Pienso: ay, nada más es esto multiplicado por cuatro y ya se armó. Qué ingenuos somos algunas veces. Es cierto, será eso multiplicado por cuatro, más 2.195 kilómetros, pero el camino nos reserva muchas sorpresas, porque sin ellas la vida no sería esa aventura emocionante.

Fotografía tomada en el bulevar Miguel Alemán antes de salir de Lerdo, Durango, rumbo al Puente Plata, alrededor del kilómetro 12

Vamos por el bulevar Miguel Alemán, hay muchas porras de niños que llevan uniformes de academias, hay jolgorio en el aire, encuentro con la mirada a una compañera que no veía desde la universidad y me grita: ¡Diana! ¡Muy bien!, sonrío y levanto la mano para que sepa que la escuché.

Seguimos concentrados, algunos apretando un poco el paso, yo monitoreo en la app que no vaya acelerando, no quiero rebasar el ritmo sugerido, porque sé que si me emociono demás me acabaré la energía antes de que empiece lo bueno. Tengo que darle calma.

Pasamos el puente plateado, ahí pienso: ya pasamos todo Gómez y Lerdo, ya la llevamos de gane, el sol empieza a sentirse sobre nuestros rostros. Estoy emocionada de ver a los laguneros, de ver a toda esa gente que sin conocernos están en las esquinas con naranjas partidas, me enternece su buena voluntad, su hospitalidad instantánea, porque aunque nunca nos hemos visto me extienden su mano con un pedazo de plátano. Porque aunque quizá no nos volvamos a ver, esa mañana me hicieron sentir en casa.

Seguimos el recorrido, en mi playlist suenan algunas de mis salsas favoritas, No le pegue a la negra, Cachondea, Aguanile, Cali pachanguero, hay sabrosura en el aire, sonrío sin darme cuenta aunque nadie me esté viendo. Estoy cumpliendo uno de mis sueños, uno de los retos personales que más trabajo físico ha significado: cinco meses de preparación exactamente.

Llegamos al bulevar Constitución, hay tráfico y algunos tránsitos, el sol ya está un poco más alto. La mayoría de los corredores nos recargamos en la parte derecha para guarecernos en la sombra, es el kilómetro diecisiete, tomo agua pero aún no tengo calor. Monitoreo mi ritmo, vamos bien. A mi lado un par de corredores platican mientras avanzan, parecen viejos amigos, ¿o será que acaban de conocerse?

¿Les ha pasado que se hacen amigos de alguien porque corre a su ritmo durante algunos kilómetros? Es como hallar a su pareja ideal en el mundo del running, uno siente que está con alguien de su calibre y eso crea cierta simpatía. O puede que no, hay quienes disfrutan más avanzar solos.

Dame el mambo, dame el mambo, lo que tú tienes mami, lo que tú tienes pa’ gozá. Escucho a Los amigos invisibles, estamos en el bulevar Independencia. De repente veo a alguien, ¡es mi coach! Enderezo mi postura, qué pena que me vea corriendo encorvada, ¿qué no hicimos todos esos ejercicios funcionales? Él grita porras, toma fotos, dice que voy bien y lo dejo atrás. Pienso: échale Diana que ya vamos a la mitad, ¿qué tanto son 21 kilómetros más para estas piernas?

Avanzamos por la Colón, hay muchos colores, gente, todos expectantes, nos ven con curiosidad, con asombro, con alegría, ¿estaremos cumpliendo el sueño secreto de alguno de ellos? Quién sabe, les sonrío a los que puedo, ¡estamos de fiesta! Hay un chavo haciendo acrobacias. Estamos cruzando la madre de todas las distancias, ¡lo estoy viviendo! Uf, el sol ya empezó a sentirse más, ahora agarro dos bolsitas de agua en los abastecimientos, le doy tragos pequeños, porque “nada de que se atragantan de agua”, dijo el coach, aunque de repente se me olvida y me atraganto. Pero calma. Con calma.

Si huele a caña, tabaco y brea, usted está en Cali, ay, mire, vea. Si las mujeres son lindas y hermosas, aquí no hay fea, para que vea, las salsas siguen sonando en mi playlist, reservé las power song para los últimos kilómetros. Es que aparte de correr me gusta bailar. Es el kilómetro 26 o 27, ahora sí ya me dio calor pero trato de no pensar en eso. Quiero disfrutarlo, memorizarlo todo, quiero hacer una fotografía mental de esos momentos para después contarle a mis amigos cómo ocurrió. Es que aparte de correr, me gusta contar.

Volteo a ver la app, vamos bien, pero estoy perdiendo el ritmo original por 5 segundos, así que acelero un poco. Tengo calor, vuelvo a tomar agua, hasta antes de llegar al bosque la calle Juárez es uno de los tramos con poca sombra, entonces no importa si vas en medio de la calle o te orillas, hay tránsitos deteniendo el tráfico. Oigan, ¡es el maratón! Hoy deberíamos tomar nuestras bicicletas y olvidarnos del coche, bueno, ya sé, es que no todos sabían o están trabajando.

Avanzo, ya estamos en el bosque, mucha gente gritando, nos extienden agua, naranjas, chocolates, paletas de dulce. Letreros que dicen: toca aquí para más poder, toca aquí para ganar una vida (con el dibujo de un hongo de Mario Bros), toca aquí para tener poder. Los toco todos, ¿cómo voy a pasarme de largo ante una oportunidad así? Los niños pequeños te extienden sus palmas para chocarla, ¡la chocamos! Respiras su buena vibra.

Mi familia está de nuevo gritando porras en el bosque, unos metros antes de llegar a ellos siento cómo las emociones hierven en mi pecho, parece que voy a llorar pero no. Hey, no aceleres tanto, bueno, ya pasé el kilómetro 30, ya puedo empezar a acelerar ahora sí.

Entramos a Torreón Jardín, Procura seducirme muy despacio y no reparo de todo lo que en el acto te haré. Salsa aún. Hay muchos letreros, aplausos, el cuerpo se siente un poco más pesado, acelerar ya no parece tan sencillo, corro más rápido unos metros y a las dos cuadras vuelvo a caer en el ritmo anterior.

De repente se me cae una barra de cereal y sin perder el paso la recojo, ay, sentí todos los músculos adoloridos, es que corriendo eso no se siente, llevaba horas sin cambiar de postura, ¡pero nada de detenerse! Si me paro habré roto la promesa que me hice de no detenerme. Aparte el coach dijo: si se cansan disminuyan un poco el paso, pero no se paren.

Sigo casi todas las recomendaciones, soy novata, estoy aquí como principiante, quiero aprender, descubrir, quiero saber de qué se trata todo esto, ¿qué hacen más de cinco mil personas recorriendo 42.195 kilómetros de un jalón? ¿Qué sienten? ¿Qué los impulsa? Observo atenta, en el kilómetro 32 encuentro amigos, me gritan, me rio, enderezo la espalda, ¡la postura! Estoy entera pero ya se me está cansando el caballo, faltan 10 kilómetros. ¿Qué tanto es una 10K para cerrar?, me digo.

Son diez kilómetros que irán haciéndose un poco más lentos sin que lo planeé. En el kilómetro 34 me preocupo un poco, mi ritmo se desfasó algunos segundos, quiero volver a él pero no quiero forzarme, también se trata de disfrutar, tengo calor, quiero hacer pipí, pero venga, venimos a romperla, el maratón empieza después del kilómetro treinta para algunos, ahí comienza lo bueno.

Agarro tres bolsitas en los abastecimientos, una me la echo en el cuerpo, la otra la reservo y la última me la voy tomando. Qué calor. O sea no es el calor, sino el inesperado cansancio que trajo el sol. No recuerdo sentir este calor en los entrenamientos de más de 30 kilómetros, ¿será que es el día más caluroso del año? Nah, me echo la segunda bolsa de agua fresca al cuerpo, qué rico, ¿si en la meta hubiera una alberca me animaría a correr más rápido?

Veo la app, ya me desfasé 15 segundos por kilómetro, ¿cómo? Intento acelerar pero vuelvo a caer en mi ritmo anterior, ya pasamos el kilómetro 36, ahora sí ya se me cansó el caballo, mis piernas van bien, no he tenido calambres ni me he detenido. Por momentos me seduce la idea de hacer stop para estirar pero desisto, sé que si me detengo una vez seguiré haciéndolo más veces, ¡no! Venimos a romperla y aunque sea a gatas, la vamos a romper.

Pienso en todo lo que me costó llegar aquí, en los viernes que no fui a bailar salsa, en las fiestas que me perdí, en todos los sábados que me dormí temprano o rechacé otras actividades para despertar el domingo a las 5 o 6 a.m. a entrenar, pienso en lo que invertí, en todos los cambios de rutina y alimentación que significó esta decisión, pienso en eso y digo: venga, Diana, métele un poquito, tus piernas están preparadas para esto.

Y acelero, pero el gusto dura tantito. Luego disminuye otra vez. Me consuela saber que no me he detenido. Kilómetro 39, ya tengo sed más seguido, agarro todas las aguas que puedo, mi hermana va de barredora a mi lado.

https://youtu.be/iNgDMmk_3d8

Encuentro a una amiga que me echa porras y me persigue para darme hidratación. El sol ya está alto, ¡tengo calor! Pero ya casi, estoy a tres kilómetros, venga. Le respondo con más porras que me digo a mí. ¡A romperla!

https://youtu.be/ZER-_cNhfUk

Calor, calor, quiero hacer pipí, ¡pero no me voy a detener! Siento un dedo raro, creo que me salió una ampolla, escucho mi nombre, volteo y no sé quién es, pero sonrío y agradezco, mi sonrisa ya no es la misma que hace cinco kilómetros, estoy entera, pero cansada, ya suenan las canciones que me dan punch, pero el punch no me alcanza para acelerar el paso como quisiera. Hay música en las calles, la gente no cesa de alentarnos.

Ya llegó la calle Juárez, al fin, estamos tan cerca, ya casi, ya casi, volteo a ver la app, mi ritmo sigue cayendo, ya no estoy preocupada por eso, ahora quiero llegar a la meta, me echo dos bolsitas de agua al cuerpo, a la cabeza, siento los pies calientes, las piernas un tanto desgastadas, imagino cómo he de verme corriendo en ese momento, chistoso, pienso, como pollo espinado, o a lo mejor no, pero así me siento.

Calma, la meta está cada paso más cerca. Sigo echándome agua en el cuerpo, tomo las últimas dos bolsitas, empiezo a acercarme al bosque, hay más gente, mi coach me ve de nuevo, enderezo la postura, les juro que no es algo consciente, es como instantáneo, me rio de mi reacción, sonrío como puedo para la foto, o para el saludo o no sé qué es, pero sigo sin detenerme, veo amigos, veo a mi familia, veo a mi exjefa, luego a mi exjefe, amigos ambos, sigo, sonrío más, ya casi, ya estamos a nada, ya no queda nada, sólo dos kilómetros que aunque voy acelerando no se atraviesan tan rápido.

Última vuelta al bosque, locura, qué locura este intento, wow, estamos por cruzar la meta, saco el pecho, me enderezo, pienso en las repeticiones de 800 y 400 metros que hacíamos, entonces me digo: ciérralo, acelero, ya no sé si en realidad estoy acelerando, pero mentalmente lo hago, espero que mis piernas lo estén haciendo en correspondencia, aunque me duelen.

Suena otra salsa, aprieto el paso, el ritmo de mi corazón empieza a acelerarse, en la vuelta hacia la Juan Pablos veo a mi papá, sonríe, me pregunta que cómo vengo mientras corre a mi lado, acabamos de cruzar el letrero que dice kilómetro 42, tengo ganas de llorar, le digo que estoy entera pero cansada, se va a mi lado, no esperaba verlo ahí, siento más ganas de llorar, alguien grita mi nombre a la izquierda, volteo y es un amigo, lo saludo con la mano, otro más me dice algo que no escucho pero lo saludo de lejos, menos de 195 metros me separan de la meta.

Mi papá dice que me va a dejarme en cinco metros, porque hasta ahí puede pasar, le digo que sí, me dice: ¡ya llegaste!, vuelvo a sentir que voy a llorar, es una mezcla de emociones contenidas hechas nudo entre mi pecho y garganta, cruzo la meta, abro los brazos, ¡llegué!, estamos aquí, estoy entera, no me detuve, veo mi tiempo pero no me interesa, me dan la medalla, qué bien, ay, mis piernitas, ¡qué alegría lograrlo! Sí se armó, amigos. A nuestro ritmo, pero la rompimos, ¡ya soy maratonista! Qué orgullosa me siento de mí, sonrío más, grabo una historia de Instagram con la medalla puesta, camino y me voy al área de recuperación. ¡Meta cruzada! Una amiga me llevó flores y recibí muchos abrazos que me llegaron hasta el corazón, sentí bonito, respiré hondo, tan hondo que recuperé el aire que me costó cruzar 42.195 kilómetros.

Se cierra el telón.

https://youtu.be/6wyIm93sbMM

Fotografía del momento en que llegué a la meta. Sensación: triunfante, remojada de tanta agua que me eché y flotante. Satisfacción y corazón acelerado
Fotografía unos pasos después de cruzar la meta, todo era celebración en esos segundos, celebración y mucha alegría de haberlo logrado después de tantos esfuerzos

*Texto escrito el 4 de marzo de 2019.

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Diana Nápoles
Diana Nápoles

Written by Diana Nápoles

Comunicóloga, lectora y cronista en entrenamiento

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