Tocar al ritmo de las batacas

Entrevista al baterista lagunero Tomás Nájera, un enamorado del jazz

Diana Nápoles
6 min readDec 29, 2016

Por: Diana Leticia Nápoles

A veces la edad es un asunto de gran importancia al definir una vocación. Tomás tenía cinco años de edad cuando entró a Gon-her, la tienda de artículos musicales donde trabajaba su papá impartiendo clases, y quedó impactado al ver la portada de un disco de la banda estadounidense de rock “Kiss”. “Recuerdo que mi padre llevaba discos de acetato, entonces, vi las caras pintadas y la imagen llamó tanto mi atención que le pedí que me comprara ese disco”.

Desde su infancia, Tomás Nájera, baterista lagunero de diversos géneros, fue asentando su gusto por la música. A los seis años y sin ninguna preparación, comenzó escuchando a “Kiss”. “En mi familia todos han nacido músicos, pero desde chiquito a mí me gustó el rock; en cambio, mis familiares han sido de géneros más populares, como la cumbia. Yo era el único que oía otro tipo de música, y me decían: ‘Achis, éste qué trae’”.

EL LLAMADO DEL JAZZ

Tiempo después, al ver el interés de su hijo, su padre le regaló otros discos de grupos como Led Zeppelin. Tomás dice que un día le llevó un disco de Dave Brubeck, “Time Out”, donde encontró la canción “Take five”.

El músico recuerda que estaba dormido y despertó al escuchar un solo de batería. “Me levanté y pregunté qué era eso, e inmediatamente bajé a oírla. A raíz de esa canción supe que quería ser baterista, porque a la mitad de esa pieza hay un solo de batería que me hizo pensar en que yo quería tocar eso”.

A partir de ese momento, el jazz fue su inseparable compañero. Además, su padre siguió reforzando ese gusto con discos de Miles Davis, Monk, entre otros. “Lo que me gustó fue la variante de los ritmos, me llamaban la atención los solos, tanto los de baterías como los de saxofón”.

Sin embargo, todos sus tíos eran músicos y ensayaban en el estudio que tenían al lado de su casa. “En aquel tiempo sólo tocaban rolas de cantantes como Rigo Tovar, y yo iba a verlos”. Tomás declara que siempre estuvo rodeado de muchos géneros musicales. Su papá era un estudioso de esta disciplina y le llevaba jazz, clásico, de todo.

También comenta que de niño se metía a escondidas a agarrar la batería de su tío para ensayar, y como sus familiares se enojaban cuando lo descubrían, tuvo que hacer un pozo en la pared para entrar sin que se dieran cuenta. “Llegaba mi abuelita y me decía: ‘Sálgase muchacho, porque se va a enojar su tío’, y me sacaba. Empecé solo, ponía discos y trataba de ejecutar el ritmo que escuchaba”.

Debido a que cuando llegaba de la escuela no había nadie en su casa, aprovechaba para darle a la batería. Pero un día su padre lo vio y le preguntó por qué no le había platicado que quería aprender a tocar este instrumento, y comenzó a enseñarle a tocar lírico. “Y así fui creciendo, empecé a tocar en varios lugares con él. Como hasta los diecinueve años ya tocaba en forma”.

A esta edad, Tomás ya sabía tocar, pero aún cometía muchos errores técnicos. “Yo toco desde los siete años”.

A los doce, decidió entrar a estudiar con “El Pichi”, en una escuela que estaba cerca de la Alameda. “Ahí ya comencé a tocar con notas”. Después, tomó un curso con Roberto Valles, un baterista de Chihuahua, donde aprendió técnica y notación musical.

“A partir de ahí empecé a tomar muchos cursos; he ido a México y a Jalapa. Como yo siempre he trabajado de la música no pude estudiar en forma, porque no tenía tiempo de cumplir con los horarios de una escuela, entonces lo que hacía era que cuando tenía períodos de descanso, una o dos semanas, me iba a Jalapa con unos maestros muy buenos”.

LA CUMBIA

Tocar para un público que va a escuchar un concierto de jazz, representa una experiencia totalmente distinta a la de enfrentarse a un auditorio que se conmociona con el ritmo de la cumbia.

“En la cumbia te atrapa el ambiente de la fiesta. Yo toqué ‘La Cita’ cerca de siete años todos los días, entonces, tocar el mismo repertorio una vez tras otra llega a volverse rutinario; a veces ya lo haces automáticamente. El rollo de la fiesta te envuelve, las chavas gritándote, es algo muy complejo”.

Tomás dice que en la cumbia ciertas cosas “valen gorro”. Señala que, por lo general, quienes gustan de este género van a bailar, pero no se ocupan mucho de apreciar la música. En cambio, cuando toca jazz en algún bar o frente a otro tipo de público, se encuentra con personas a las que les gusta la música y que ponen una mayor atención en lo que escuchan, porque no van a bailar.

“Es más padre porque están un poco más atentos a lo que haces. Además, cuando la gente te pone atención, das más”.

El baterista confiesa que pensaba que después de tocar rock cualquier otro género le vendría fácil, pero no fue así. Al inicio, Tomás tocaba sólo jazz y rock, entonces se dio la separación de los integrantes de Chicos de Barrio, y uno de los fundadores tenía la intención de incluir a algunos miembros de su familia en la nueva agrupación.

“Yo tenía dieciocho años; entonces mi primo llegó y me dijo que necesitaba que tocara cumbia, le dije que no, que yo qué iba a andar haciendo ahí, pero un día iba llegando a la casa y estaban mi abuelita, mi mamá, mis tíos, y me dijeron que cómo era ingrato, que debería ayudar a mis primos, y así fue como terminé por aceptar”.

A pesar de que Tomás les dijo que nunca había tocado cumbia, le dijeron que aprendiera. “Si vieras cómo batallé. En ese momento me di cuenta de que todos los ritmos son difíciles de tocar, es decir, lo complicado es darles la esencia y el estilo propios. Yo tardé tres años en aprender a tocar bien la cumbia, eran unos sufrideros. De repente estaba tocando y hacía redobles de rock en una cumbia, ése es un error muy grande, y así muchos otros detallitos”.

Para Tomás, todos los ritmos tienen su grado de dificultad y hay que saber darle su estilo a cada uno. “Hay algo que se llama atmósfera de la música y cada género tiene la suya”.

Indica que su trabajo es acompañar al cantante o al saxofonista, mientras que muchos bateristas quieren sobresalir y llegan a saturar la música con demasiados remates o “platillazos”, cometiendo un error. “Todo eso hay que saberlo. Hay que aprender a darle su contexto a la música”.

ESCUELAS EN LA LAGUNA

Actualmente, Tomás Nájera imparte clases en dos escuelas: el Instituto de Música Santa Cecilia y el Centro de Estudios Musicales de Torreón (CEMT).

En su opinión, muchos de sus alumnos son muy flojos. “De repente me enojo con ellos, les digo: “Muchachos, ¿saben cuánto hubiera dado yo por estudiar cuando tenía su edad?’, antes no había Internet, yo tenía que irme a México para aprender, pero ustedes tienen todo a la mano y no lo aprovechan”.

Ahora los jóvenes tienen muchas herramientas. “Y antes tú tenías que buscarle”.

PROYECTOS FUTUROS

Tomás comenta que están conformando un nuevo grupo de jazz llamado “3 Laguna Jazz”, integrado por nueve personas. “Le estoy tomando mucho cariño, porque desde que Rolando Gotés se fue, el jazz se cayó en Torreón como por dos años; ya no había con quién tocar. Entonces, un profesor de Santa Cecilia, Fernando, y yo, empezamos a gestionar el inicio de un grupo”.

Su primera meta fue buscar alumnos para posteriormente brindarles una preparación musical. “Invitamos a algunos alumnos del CEMT, ellos estaban estudiando clásico, pero ya los hicimos al lado oscuro del jazz y les gustó”.

Kiko Santa Cruz es el guitarrista del grupo, y los demás integrantes son alumnos, con quienes ya han empezado a trabajar en la realización de arreglos originales. “Vamos a grabar un disco con arreglos de música mexicana”.

SOBRE TOMÁS NÁJERA

⇒ ¿Qué estás leyendo? “Pues leo puros libros de música, técnicos”.

⇒ ¿Qué sabes cocinar? “Hago una discada muy buena”.

⇒ ¿Pasatiempo favorito? “Me gusta ver películas, de repente juego al PlayStation y salgo con mi hijo”.

Twitter: @diananapoles

Texto publicado en la sección Cultura del periódico El Siglo de Torreón el 3 de febrero de 2014.

Enlace a publicación: https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/959223.html

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Diana Nápoles
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Written by Diana Nápoles

Comunicóloga, lectora y cronista en entrenamiento

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