Un curioso impertinente
Entrevista al palindromista y ensayista lagunero Gilberto Prado Galán
Por: Diana Leticia Nápoles
Se define a sí mismo como ‘un desencantado’. El 27 de junio, Gilberto Prado Galán, quien radica en Cd. de México, presentó un acercamiento a la obra El criticón, de Baltasar Gracián, en el TIM. “Este libro está vigente, aunque no sea de una lectura fácil, fue publicado en tres partes; 1651, 1653 y 1657. Se trata de la segunda novela más importante y traducida de España, después de El Quijote”, explica.
Su interés por esta obra surgió “Porque Gracián se anticipa al desencanto posmoderno, hay un pasaje que dice ‘Maldito el hombre que confíe en otro, quienquiera que sea’, él es un profundo pesimista. El criticón no tiene piedad de nadie. Lo único que yo le criticaría es su misoginia, porque es un libro donde habla mal de las mujeres, por ejemplo dice ‘No las queráis venturosas y entendidas’, pero de manera paradójica Gracián se salva cuando bautiza a sus capítulos con nombres de mujeres; Artemia, Felicinda, Virtelia. Entonces uno dice, «Bueno, critica a la mujer como ente carnal, pero lo femenino no le es ajeno»”, comenta.
Gilberto Prado Galán nació en Torreón en 1960. Es ensayista y poeta. Actualmente es director de Difusión Cultural en Ibero Santa Fe y profesor de modelos literarios españoles (siglo XX) en el departamento de letras.
¿En qué proyectos estás trabajando?
Estoy escribiendo un libro, soberbia aparte, sorprendente, sobre el cuerpo humano, en las dos versiones: intramuros y extramuros. La parte de extramuros que es hablar de la cara, los ojos, la nariz, la boca, los oídos, el ombligo, etc., ya la terminé, y lo que está costándome más trabajo es hablar del bulbo raquídeo, el cerebelo, el corazón, el hígado, los pulmones…, porque no estoy escribiéndolo desde el punto de vista del anatomista -yo no soy médico- más bien trato de ver cómo funcionan los órganos de manera poética. Estoy haciendo una radiografía del cuerpo humano, pero de una manera no sólo biológica, sino psicopoética.
A mí me ha gustado ser curioso en todo, soy un curioso impertinente. Me parece que la vida es un gran bufet donde hay que probar de todo. Me interesa tender puentes entre la literatura y la medicina o entre la cultura y el deporte con un empeño analógico. ¿Sabes por qué? Yo estudié Psicología en el ISCYTAC y de manera paralela estudiaba Ing. Industrial en el Tecnológico de La Laguna, entonces ahí fue donde se pudrió mi cerebro. Por eso tengo una mente matemática-verbal, porque los palíndromos tienen mucho de eso.
En este manual, cuando hablo de la lengua por ejemplo, digo, ‘La lengua es animal marino’, porque vive constantemente en el agua y tiene varias funciones: sirve para hablar, para comer y para trances eróticos. Entonces comienzo a hacer un análisis de la lengua, por ahí va el tono de mi libro.
Cuéntame un episodio de tu infancia que consideres significativo para comprender al Gilberto actual.
Hay una frase de Unamuno que aparece en el libro El espejo de la muerte, que dice: ‘La muerte del padre es una revelación, una fuente de seriedad para la vida’. Yo tenía 13 años cuando murió mi padre, entonces cuando al sentir esa orfandad me refugié en la filosofía, la teología y la literatura en general.
Empecé a leer como loco todo tipo de libros; poemas, ensayos, cartas de teólogos. Me convertí en un personaje muy introvertido que se impuso la misión de transformar el mundo. En esos años anduve coqueteando con la idea de ser boxeador, incluso tuve varias peleas como amateur, hasta que me tocó un cuate que me puso una recia que evidenció que yo no servía para eso. Yo quería cambiar el mundo, ahora pienso que lo he mejorado un poquito con lo que escribo, milimétricamente diría.
¿Andabas buscando algo cuando te refugiaste en los libros?
Sí, la consolación. Andaba buscando una respuesta, un remedio a la desazón imperante, a la tristeza generalizada, al duelo. Hubo algunos libros que me ayudaron mucho, como Las confesiones, de San Agustín, un libro extraordinario desde el punto de vista psicológico.
¿Crees que algo de lo que has escrito ha reflejado este hecho de tu vida?
Sí, he escrito como desahogo dos ensayos y algunos poemas sobre la muerte de mis padres. En el fondo de una mina / Pasó su vida mi padre / Pero cuando se murió / Sufrimos para enterrarlo. Esos son algunos de los versos, pero la vida es una incesante sucesión de pérdidas y tenemos que acostumbrarnos a ver con qué facilidad perdemos lo que más amamos, porque de pronto lo que más querías ya no está y tienes que recuperarte.
¿Qué extrañas de La Laguna?
La comida, siempre suelo decir que ‘la carne’ en todos los sentidos que la palabra convoca. La belleza, la gente, la franqueza y sinceridad de los laguneros. Además, allá no tengo gorditas.
¿Qué hace feliz a Gilberto?
Mi familia; mis hijas y esposa, mis hermanos, mis amigos y lectores. Me hacen feliz todos esos círculos, que son mis múltiples familias.
Siempre he gozado de una gran protección por parte de las mujeres. Me acuerdo que cuando estudiaba Psicología, Jorge Rodríguez Pardo dijo, ‘Es que a Gil siempre le salen muchas mamás’, porque cuando alguien me atacaba mis compañeras me protegían. Siempre he vivido en un matriarcado perpetuo; mis hijas, mi mujer, mis hermanas, en fin. La mujer que más me ha protegido ha sido mi madre, que murió en 2008.
¿Cómo ves la producción literaria de la Comarca Lagunera?
Muy buena. Está Jaime Muñoz, Carlos Velázquez, Yolanda Natera, Magda Madero, Miguel Morales, Vicente Alfonso, José Lupe González, Saúl Rosales, Lidia Acevedo; hay un mapa importante en la literatura Lagunera, con muchos otros nombres que le escapan a mi memoria. Creo que la literatura Lagunera goza de buena salud y cuenta con talleres literarios importantes.
Twitter: @diananapoles
Texto publicado en la sección La Laguna del periódico El Siglo de Torreón el 10 de julio de 2013.
Enlace a publicación: https://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/890708.html